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ENTRENADOR Schuster , Bernd SUSTITUCIONES
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ENTRENADOR Martino , Gerardo Daniel SUSTITUCIONES
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A fuerza de machacar la idea de que Schuster llegó para mantener el concepto del juego que implantó Pellegrini, ha crecido la sensación de que este equipo se adueñaría del balón y de los partidos en la mayoría de las ocasiones, pero no hay que olvidar que se fueron siete titulares del pasado curso. Un calendario perverso no ha mostrado más que a un Málaga estajanovista, comprometido y muy aplicado en lo táctico. Casi tan sobresaliente en esta faceta como suspenso en lo que concierne al juego con el balón.
El verdadero Málaga se verá dentro de un par de jornadas, cuando el equipo tenga que llevar la iniciativa del juego para calibrar su enjundia, con el nuevo punta (El Hamdaoui), quizás con un refuerzo más y con el grupo más acoplado. De momento, el arranque ya es el peor desde el curso 2005-06, la otra ocasión en la que el equipo no puntuó tras las dos primeras jornadas.
A día de hoy, pese a no haber puntuado aún, no caben todavía motivos para la preocupación. Al contrario, de la visita a Mestalla y, sobre todo, de anoche, la mayoría de los síntomas son esperanzadores, solo que los rivales reunían mucho más potencial. El Málaga confiaba en la sorpresa ante el vigente campeón, pero de ahí a creer que perder ante el Barcelona es un fracaso parece todo un disparate, por más que no estuviera Messi en el campo. Y hasta la última acción el choque no tuvo desenlace decidido, mérito de los blanquiazules.
Como se preveía, Schuster introdujo algunos retoques en su once para encarar con más garantías una cita tan difícil. Fue el plan de los partidos más exigentes. Ya sin riesgo grande de recaída, Sergio Sánchez jugó en el eje de la zaga en perjuicio de Roberto Chen. La presión en la medular se reforzó con Camacho, que trabajó denodadamente junto a Tissone y Sergi Darder, mientras que se produjo el esperado debut de Pawlowski, a costa de sacrificar a la vez a los dos futbolistas de la plantilla con mejor golpeo a balón parado, Morales y Duda, que podrían haber sido vitales en las escasas acciones de estrategia cerca del área de las que se dispuso.
En el Barcelona siguió sin entrar de salida Neymar y las rotaciones cara a la Supercopa afectaron esta vez a Dani Alves y Busquets, dos de los más insustituibles en campañas anteriores en partidos de una mínima enjundia. Actuó Adriano por la derecha y el camerunés Song hizo de apagafuegos en el centro del campo, con Cesc de ‘;falso nueve’;.
Precisamente éste fue el que se echó a la espalda al equipo, más fino y motivado que nunca en su etapa de azulgrana. Pero el Barcelona no gozó de oportunidades claras ante Caballero antes de abrir brecha en el marcador. Los tres ‘;pit bulls’; del centro del campo, las ayudas de Pawlowski y Fabrice a los laterales y la tensión competitiva de todos mantuvo a raya al rival más comprometido del calendario. Sin poder recurrir al desborde en el uno contra uno (Alexis nunca pudo en esa faceta con Antunes y Pedro estuvo casi desaparecido) ni siquiera los envíos en profundidad o los centros definitivos al área encontraban un remate cómodo.
Hasta que apareció Adriano. El brasileño, al que Fabrice dejó de acosar lo suficiente, buscó la diagonal interior y soltó un preciso disparo de rosca que Caballero vio salir tarde de sus botas. No fue el clásico remate acertado entre un millón de un lateral, porque el brasileño acostumbra a conseguir esos goles cada curso, y el Málaga lo debía de saber. La acción dejó al equipo local sin el premio de consolación de llegar vivo al intermedio.
En la segunda mitad se acentuó la sensación de monólogo del Barcelona, de partido de ida y sin vueltas. El Málaga pareció más cansado, y con el marcador en contra se hizo más dramática su falta de salida de balón. A estas alturas se ha comprobado la manfiesta incapacidad de muchos jugadores para el toque en largo, en especial la de Tissone. Los azulgrana pudieron apuntillar en un cabezazo de Piqué al larguero o en un golpe franco directo de Neymar.
Sin embargo, la mejor opción la tuvo el Málaga, que intentaba en vano ganar metros provocando faltas como si de rugby se tratara. La entrada de Eliseu, que actuó como extremo por la derecha, le dio otro aire al equipo, y fue precisamente el luso, inédito todo el verano, el que condujo ese ataque. Envió en profundidad a Santa Cruz, que leyó el desmarque de Fabrice. Su remate, mordido, se hizo eterno para los malaguistas… hasta que se estrelló con suavidad en el poste.
El lance metió miedo al Barça, que ya no jugó a placer en campo contrario. El retroceso fue evidente. Con la misma incapacidad que antes, el Málaga fue capaz aún de generar otra clara ocasión, en un centro de Jesús Gámez que no cabeceó bien ‘;Seba’;. La Rosaleda se ha acostumbrado a que el uruguayo no marque diferencias en la zona de definición. La afición comienza a asumir que cualquier parecido entre la temporada anterior y la presente puede ser mínimo.